Esa persona que te ha hecho tanto daño, ¿merece ser perdonada? Seguro que te has preguntado esto más de una vez. Quizás si se trata de alguien muy cercano a tu círculo íntimo, pienses un poco más detenidamente si vale la pena el perdón o no.
Sin embargo, queda otra duda rondando en el aire: ¿perdonar quiere decir reconciliarnos con esa persona? Tal vez, hemos decidido perdonarla para no seguir guardando rencor, un veneno que no nos hace para nada bien; pero eso no significa que tengamos que volver a ser amigos como antes, seguir estando casados, ir a cenar a su casa, etc.
Cuando somos traicionados de alguna forma u otra, es bastante difícil que la relación continúe como si nada hubiese pasado. Imaginemos que nuestra confianza es como una copa de cristal que se cae al piso y se hace añicos, ¿podrá volver a ser como antes, aunque pegásemos los pedazos? Claro que no.
Es preciso tener en cuenta que cuando perdonamos a alguien por sus errores, también nos estamos perdonando a nosotros mismos. ¿Qué quiere decir esto? que al perdonar, nos liberamos del dolor, las emociones tóxicas y los sentimientos negativos que habitan nuestro interior. Y eso, ya es bastante.
Pero no vale decir “te perdono” sin realmente sentirlo, debemos ser conscientes y auténticos al expresar estas dos palabras que tanto significado y valor guardan consigo.
El perdón puede o no forjar una reconciliación. No se trata de una condición sine qua non, es decir, que podemos perdonar y cada una de las personas seguir su propio camino. Ambas sendas se bifurcan a partir del momento en que decidimos perdonar y al mismo tiempo, soltar.
Esto no ocurre de la noche a la mañana, sino que el perdón es un proceso que debemos atravesar en el tiempo. Quizás pensemos que ya hemos perdonado a alguien por lo que nos hizo, sin embargo, cada vez que recordamos el hecho que ocasionó la pelea experimentamos tristeza, lloramos, nos enfadamos, etc. Eso quiere decir que aún no lo hemos perdonado al 100%.
Como indica Miguel Ruiz en su libro “Los cuatro acuerdos”, el perdón es la única manera que tenemos de sanarnos. Te darás cuenta de que has perdonado a alguien cuando lo veas (o lo recuerdes) y no tengas ninguna reacción emocional negativa.
Podríamos comparar el perdón con la cicatrización de una herida que nos hemos hecho en la mano cortando una manzana. Mientras la herida se esté curando, nos dolerá si la tocamos o apenas rozamos con la ropa o algún objeto. Una vez que la piel se haya regenerado, puede que quede una cicatriz o la piel más clara, sin embargo, al pasar un dedo por ella, no sentiremos dolor. En el caso del perdón, nos daremos cuenta de que hemos realmente perdonado cuando no nos haga mal el recuerdo de la situación, que en un primer momento nos ofendió.
Recuerda esta frase tan bonita sobre las consecuencias de no saber perdonar: “No perdonar es como tomar una brasa candente con la intensión de arrojársela a otra persona: eres tú el que se quema primero”.
Otra razón, sin dudas, para perdonar es recordar que el perdón es como una forma de curarnos a nosotros mismos y eliminar más dolor del ya producido.
¿Cómo, cuándo y por qué perdonar? Todo dependerá de cada uno de nostros, de la experiencia individual. No existe una regla o una receta mágica que indique: “ante un engaño en la pareja, esperar dos semanas para perdonar”, por ejemplo.
Tú mismo te darás cuenta en qué momento has perdonado o cuando todavía debes trabajar para lograr este objetivo. Y hasta en algunos casos, el tiempo es el que se encargará de sanar las heridas. No hay dudas, el paso de los años es el mejor cicatrizante para las lastimaduras del corazón, en ocasiones.
Si debemos o no perdonar es una decisión personal. Sólo que esta decisión repercutirá en nuestra vida, ya sea en el presente o en el futuro.
Es cierto que algunos engaños son más difícil de perdonar que otros, pero también debemos recordar que no somos seres perfectos y todos nos equivocamos. No estamos justificando al que nos ha engañado, sólo estamos siendo un poco menos estrictos o duros con esa persona, que seguramente se sentirá mal por lo que ha hecho.
Entonces, debemos recordar que el perdón no es algo que beneficia a la otra parte sino a nosotros mismos, los que perdonamos, ya que nos deshacemos de una carga pesada y peligrosa que daña nuestro corazón.
¡Practica más a menudo el perdón y te sentirás mucho más liviano!
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